Día quinto – 20 dic.
Lucas 1, 57-66 y 76-79
Al cumplirse el tiempo en que Isabel debía dar a luz, tuvo un hijo. Sus vecinos y parientes fueron a felicitarla cuando supieron que el Señor había sido tan bueno con ella. A los ocho días, llevaron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo:
—No. Tiene que llamarse Juan.
Le contestaron:
—No hay nadie en tu familia con ese nombre.
Entonces preguntaron por señas al padre del niño, para saber qué nombre quería ponerle. El padre pidió una tabla para escribir, y escribió: “Su nombre es Juan.” Y todos se quedaron admirados. En aquel mismo momento Zacarías volvió a hablar, y comenzó a alabar a Dios. Todos los vecinos estaban asombrados, y en toda la región montañosa de Judea se contaba lo sucedido. Todos los que lo oían se preguntaban a sí mismos: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque ciertamente el Señor mostraba su poder en favor de él.
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En cuanto a ti, hijito mío, serás llamado profeta del Dios altísimo,
porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
Para hacer saber a su pueblo que Dios les perdona sus pecados y les da la salvación.
Porque nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día,
para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad,
y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz.»
Consideraciones
Juan Bautista fue enviado por Dios para preparar la llegada de Jesús enseñando a todos a abrir sus corazones al amor, a ser más bondadosos y generosos. En sus predicaciones invitaba a todos a cambiar y mejorar sus vidas diciéndoles “conviértanse porque ya está cerca el Reino de Dios”.
Este día nos invita a mirarnos a nosotros mismo y evaluar qué tan preparados estamos para el nacimiento del Niño Dios. Nuestro amor a Dios se manifiesta en el amor que entregamos a los demás, en nuestra capacidad de dar, de compartir, de comprender y de recibir el amor que nos brindan.
Preparemos nuestros corazones para recibir a Jesús en esta Navidad y para el resto de nuestra vida.