Día tercero – 18 dic.
Lucas 1, 46-56
María dijo:
«Mi alma alaba la grandeza del Señor;
mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.
Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora siempre me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes lo reverencian.
Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
derribó a los reyes de sus tronos
y puso en alto a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia.
Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.»
María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa.
Consideraciones
María exalta la alegría que siente al haber sido elegida como madre de Jesús y alaba todas las grandezas que ha hecho el Señor, ayudando siempre al necesitado, apoyando al débil, exaltando al humilde y alimentando al hambriento.
Sus palabras nos enseñan que Jesús está siempre al lado de quien lo necesita, de quien es justo, de quien trabaja. Nos enseña que el amor de Jesús nos ayuda a combatir la avaricia, la soberbia y el egoísmo.
Permitamos que en esta Navidad el amor de Jesús se haga presente en nuestras vidas, ayudándonos a ser mejores cada día y hacer de nuestras vidas un acto de generosidad y entrega.